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Sé que algún día tengo que
volver a ese lugar. Extraño la rutina rara que tuve ese mes. Tomarme el tren
una semana seguida de Sorrento a Nápoles, ir y venir, aeropuertos, extraño el
desorden de Termini y el peligro de
Nápoles. Extraño la playita y tener nuestra propia sombrillita y reposeras
reservadas en Lido di Jesolo. Lo depresivo y original que es Venecia, las
iglesias llenas de oro, que encima te piden que te tapes los hombres y las
rodillas con 29°c de calor. LAAAAA y lo lindo que es Capri, ¡que frescura por
favor! Extraño a los parientes que tuve que ir a visitar sin interés pero que
se notó que eran buena gente, la emoción de esos tanos cuando sabían que había
parientes. Me causa risa todavía pensar en todos los viejitos de ese pueblito
que ni me acuerdo el nombre, buscando al viejito Lavino Piccirillo. Y al otro
día ya nos invitaban a comer y el hermano con su mujer que no paraban de
decirnos “pa dormi y pa manjare”, la
gorda que sacó la foto de mi abuela nely ‘¿ma
eta quie e?’ Las personas atendiendo los celulares ‘prego’ y el ‘graccie’ o ‘escuse’
o como se escriba. Quiero aprender italiano, fue como si habláramos en español,
no me acuerdo de que nos hablaran en un idioma diferente. Es hermoso. Tenía
razón Liz Gilbert con que el idioma parece una melodía, y que Italia es sin
duda el país del placer, de la comida y de la alegría. Extraño también el
aeropuerto Madrid Barajas y toda su arquitectura moderna, los pelotudos de
Iberia y las gallegas que ((hablaban medio gallego, lógico)) y te decían
¿masitas de canela? Hasta que se avivaron que tenían que dejar de regalar comida y empezaron
a vender toda la comida en los vuelos cortos, por lo tanto, nos cagabamos de
hambre. ¡¡Mi tía Pilar!! Qué risa, un genio, un genio. El hotel Axor barajas,
qué lindo hotel, qué lindo el shopping que estaba cerca de ese hotel, ¡¡el gift
shop de cosas raras!! Y el guía del Tour que nos dio las instrucciones: si algún día paran en ese hotel y quieren
ir desde el centro histórico hasta el hotel tienen que tomar el metro línea 5,
y luego el bus 77, todavía lo recuerdo, si algún día vuelvo, ya sé cómo
hacer. Y parís, que lindo es París, a pesar de la zona horrible en la que nos
dejaron (nunca vallan al hotel Iris), pero, pisé el puto cero, así que a
Francia, voy a volver, según me dijeron por ahí. El barrio latino, ay, y el
montecito donde pintan los Impresionistas, Notre Dame con su arqitectura y
toooooodos sus significados. El Louvre, qué ganas de quedarme mirando la pintura
de la revolución francesa de Delacroix, que ganas de volver al Prado y llevarme
conmigo a Las Meninas de Velázquez, aunque un poco pesadito iba a ser. Qué ganas
de volver dentro de 10, 15 años y ver como cambió el Louvre, de ver como la
gente sigue llendo a la maravilla de la Torre Eiffel, sacando fotos, subiendo,
llendo al restaurant de lujo del primer piso, que debe salir dos piernas, un
brazo y un ojo, pero la gente va. Los africanos vendiendo llaveros clásicos ahí
abajo y los policías corriéndolos en bicicleta. Los árabes que te insisten que
le compres cosas con cara de malo y me dan miedo. Estar meandose e ir a un
restaurant, meterse directamente al baño y después hacerse el pelotudo que
querías comer pizza y pizza no había, entonces irte mientras el mozo franchute
te caga a putiadas que apenas entendes. Mearse de la risa y pasar buenos
momentos, sentarte a la orilla de Siena y ver a los turistas como vos pasar
gritando y saludando a los que están sentados. Ahí tengo que volver de alguna u
otra forma, a conocer más, a ver más, y a otros lugares quizás tan hermosos
como ese. Con otras personas, quizás dentro de muchos, muchos años, pero le
perdí el miedo a los aviones, le perdí el miedo al tiempo. Juré que ahí iba a
volver con quien quiero, y si puedo, lo voy a hacer.