9 de junio de 2010

Hombres necios que acusáis
 a la mujer sin razón, 
sin ver que sois la ocasión d
e lo mismo que culpáis:     
si con ansia sin igual            
 solicitáis su desdén,
 ¿por qué queréis que obren bien
 si las incitáis al mal?    
Combatís su resistencia, y luego con gravedad                 
     decís que fue liviandad lo que hizo la diligencia.
  Queréis con presunción necia
 hallar a la que buscáis, para pretendida,Tais, 
y en la posesión, Lucrecia. 
   ¿Qué humor puede ser más raro que el que falta de consejo,
 él mismo empaña el espejo y siente que no esté claro?  
   Con el favor y el desdén tenéis condición igual, 
quejándoos, si os tratan mal, burlándoos, si os quieren bien.
    Opinión ninguna gana,                 
   pues la que más se recata, si no os admite,
 es ingrata y si os admite, es liviana.    
Siempre tan necios andáis que con desigual nivel                   
 30 a una culpáis por cruel y a otra por fácil culpáis.    
¿Pues cómo ha de estar templada la que vuestro amor pretende, si la que es ingrata ofende
y la que es fácil enfada?    
Mas entre el enfado y pena que vuestro gusto refiere, 
bien haya la que no os quiere y quejaos enhorabuena.                       
 Dan vuestras amantes penas a sus libertades alas,
 y después de hacerlas malas las queréis hallar muy buenas.    
¿Cuál mayor culpa ha tenido           
 en una pasión errada, la que cae de rogada o el que ruega de caído?    
¿O cuál es más de culpar, aunque cualquiera mal haga:               
 la que peca por la paga o el que paga por pecar?    
Pues ¿para qué os espantáis de la culpa que tenéis? Queredlas cual las hacéis               
 o hacedlas cual las buscáis.    
Dejad de solicitar y después con más razón 
acusaréis la afición de la que os fuere a rogar.                  
Bien con muchas armas fundo que lidia vuestra arrogancia, 
pues en promesa e instancia juntáis diablo, carne y mundo.

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